Por diversas causas los niños de hoy presentan muchas más lagunas pedagógicas y más retraso lector.
La ministra de Educación Josefina Pimentel expresó en declaraciones recientes su genuina preocupación por el estado de la educación en el país. Su desconcierto gira en torno a deficiencias en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la lecto-escritura.
“Concordamos en esa fundamental precepción: Los niños de hoy presentan muchas más lagunas pedagógicas y más retraso lector que en generaciones anteriores”, reflexiona la psicóloga y educadora Mariana Fernández de Maura.
El idioma
Basada en su trayectoria en el campo de la educación normal, bilingüe, y en psicología, Fernández de Maura centra su análisis en el proceso de la adquisición de la lecto-escritura o proceso de alfabetización.
En primer lugar establece que el español, de correspondencia fonética casi perfecta -tiene 5 sonidos vocálicos y pocas consonantes con variación de sonido- permite leer tal cual se escribe, “a eso se le llama correspondencia fonema-grafema”.
Esto ayuda a alfabetizar decodificando (descifrando el código) con precisión, “Pero desafortunadamente, desde hace unos años, se ha permitido y popularizado enfoques con estilos y métodos de alfabetización apropiados para otros idiomas que no tienen correspondencia fonética”, dice la experta.
Según señala, esos métodos o estilos se han incorporado al proceso de alfabetización de niños y niñas, a través de los libros de texto, en uso en las escuela públicas y colegios del país. El resultado ha sido que “no se les está entrenando en decodificar primariamente, sino a memorísticamente reconocer un banco de palabras”,
El citado enfoque en la alfabetización es improcedente para el idioma español porque hace perder las ventajas de la correspondencia fonética: “Con estos estilos de enseñanza, alumnos y alumnas no leen, reconocen palabras de memoria y llega un momento que su memoria de trabajo no reconoce palabras que no están dentro de las trabajadas en el aula”, advierte la psicóloga.
Por esta razón estos métodos foráneos, apropiados para idiomas en donde se escribe de una forma y se pronuncia de otra, han sido cuestionados en su funcionalidad en la lengua catellana. En RD parece que todavía nos cuesta liberarnos de el complejo de Guacanagarix”, dice.
La no repitencia
Otro factor que señala Fernández de Maura es la no repitencia para niños y niñas de primero y segundo curso. “Esta práctica resta presión a los alfabetizadores de que los niños, para ser promovidos, deben estar del todo alfabetizados”, comenta.
Refiere que antes, maestras con alto índice de repitencia veían cuestionada su eficienca por parte de directores y padres. “Ahora muchos padres presionan también para que se promueva al estudiante aunque haya lagunas en el proceso. Con esta práctica, se pasa el problema de un profesor o profesora, al siguiente de segundo grado, quienes no tienen tiempo para resolverlo, pues reciben un grupo que ya lee bien y una minoria qwue no está a la altura". Se espera que a los maestros que hagan adecuaciones del material didáctico para estos niñis, pero la verdad es que no siempre tiene el tiempo y /o los recursos para ellos" dice.
LA IMPORTANCIA DE LA CAPACITACIÓN DOCENTE
Maestros y maestras:
La psicóloga y educadora Mariana Fernández de Maura reconoce un tercer factor: la capacitación de el o la docente que albafetiza. “Hubo décadas en nuestra historia educativa, en las que se les daba entrenamiento especializado, se les llamaba maestros normales de primera enseñanza”, dice.
Preparar bien al maestro evitaría errores y lagunas pedagógicas innecesarias.
Hay que recordar que “estas realidades afectan el rendimiento en los niveles de educación media y superior”.
Cada vez es más corriente que los estudiantes de esos niveles, tanto de la enseñanza pública como privada, lean y escriban con más deficiencias.
Hay que continuar centrando esfuerzos en la capacitación del maestro alfabetizador pieza clave indispensable para el éxito de este proceso.
Entrevistadora: Li Misol
Fuente: Listín Diario
Ceragem Bella Vista /Facebook
Monday, June 18, 2012
No más seudo problemas de lecto-escritura
Publicado por
"Quien tiene fortaleza interior, enfrenta sus retos con valor"
en
9:37 AM
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OBSESIONADOS POR LA PERFECCION
Todo ser humano sabe que la perfección no existe, pero para bien o para mal lo que sí existe es el perfeccionismo, que psicológicamente no es más que la creencia de que la perfección puede y debe ser alcanzada. El problema es que esta actitud puede alcanzar formas patológicas, cuando un individuo llega a tener la creencia de que cualquier cosa por debajo de la perfección es inaceptable en sí mismo o en las personas que le rodean.
Para Mariana Fernández de Maura, psicoterapeuta del Centro de Desarrollo Humano, aunque el perfeccionismo puede llegar a ser patológico, en sus niveles más benignos puede convertirse en una cualidad muy positiva. “Se llama perfeccionistas a quienes tienen un nivel de responsabilidad más alto que el nivel común”, dice.
Cualidades
El perfeccionista sano tiene un nivel de entrega más alto que el promedio, le place y siente orgullo de hacer las cosas bien porque la calidad de su organización mental, que es natural, le pide que los productos, proyectos o cualquier cosa que realicen tenga un alto nivel de calidad. “No tratan de impresionar a nadie, o de ganar puntos, su mente funciona así”, dice la psicoterapeuta.
EL PERFIL SANO DE UN PERFECCIONISTA
La psicoterapeuta Mariana Fernández de Maura explica que cuando son evaluadas psicológicamente, los perfeccionistas tienen un nivel de inteligencia promedio alto, y son pragmáticos: están orientados a logros. Por esto, resultan ser confiables y aportan a cualquier equipo de trabajo pues con ellos se puede contar y suelen honrar su palabra.
Fernández de Maura comenta que ese perfeccionismo no es una categoría negativa, sino una cualidad. Dice que es lamentable que se recurra más a la improvisación o se practique el oportunismo en lugar de obtener las cosas con mérito y cumplimiento. Advierte que el perfeccionismo puede empezar a ser exagerado.
Eterno inconforme
Cuando empieza a salirse de control, el perfeccionismo se manifiesta en el tipo de persona que emocionalmente tiene unos estándares tan altos que su nivel de exigencia cae en una especie de neurosis y empieza a haber un desbalance, comenta la psicoterapueta Mariana Fernández de Maura. Añade que esas personas son tan críticas y exageradas que se frustran porque buscan la perfección en cada detalle de cada cosa llegando a complicarlo todo.
Cuando el perfeccionismo se transforma en neurosis, la persona nunca está contenta, satisfecha o conforme con lo que hace o hacen los demás. Siempre falta algo, hay algo que mejorar o hay que dar más, por ende esta persona nunca aprecia el esfuerzo de los demás y, según la especialista del Centro de Desarrollo Humano: “Son personas altaneras, que asumen posturas arrogantes y prepotentes y si están en posiciones de mando son tiránicas”.
Malestar
Por más que externen a cada momento su descontento, los perfeccionistas neuróticos tienen de base un malestar interior que les impide vivir en paz. A estos seres los invade una eterna insatisfacción para consigo mismos y sobre todo para con los demás. La psicoterapeuta advierte que en muchas ocasiones tratan de hacer que los demás se sientan incompetentes para apabullarlos y con ello recibir un falso sentido de grandeza que tape y oculte sus debilidades.
Cuando esta neurosis se presenta, la persona la externa con todo: los hijos, la pareja, el que trabaja en su casa, las amistades, los compañeros de trabajo. “Son personas que no entienden que para todo hay un nivel de incertidumbre en la vida, que es en sí imperfecta y está llena de opuestos: el éxito y el fracaso, la salud y la enfermedad, la alegría y la pena, el nacimiento y la muerte… y el perfeccionista no tolera manejar esos opuestos”, dice Fernández de Maura.
Trastorno
La experta comenta que suele ser simple que el perfeccionista sano llegue a la neurosis, pero no en todos los casos este tipo de personas desarrolla un trastorno más severo, pues, según advierte, para que eso ocurra el cerebro debe tener de antemano algún desequilibrio neurofisiológico o bioquímico.
Es lo que ocurre en la última categoría del individuo perfeccionista, donde puede aparecer una patología del carácter llamada Trastorno Obsesivo- Compulsivo (TOC).
Fernández de Maura advierte que cuando aparece este cuadro, amerita terapia farmacológica, junto con la psicoterapia, y es más serio que la neurosis. Comenta que, según estudios, el TOC surge cuando hay fallas en el sistema límbico, que es nuestro cerebro primitivo.
“Los individuos con este trastorno enfrentan un nivel de ansiedad tan alto que entran en estado de angustia y lo que les da escape son distintos rituales”, explica la psicóloga.
Alguien con este trastorno puede llegar a lavarse las manos 15 veces en un ritual, pasar horas desinfectando baño y cocina u obsesionarse con la limpieza bucal convirtiéndola en un ritual de una hora, donde usará diferentes enjuagues, se pasará el hilo dental 20 veces, o se cepillará y enjuagará varias veces seguidas sin poder evitarlo.
CUANDO SE LLEGA A EXTREMOS
“Hay personas que su obsesión es arrancarse el pelo, y se quedan calvos sin querer hacerlo. Está ahora cada vez más creciente de adolescentes que se cortan, se automutilan. Otros se obsesionan y tienen que contar del uno al cien, cuando están nerviosos, o cuando oyen determinada palabra o si se les va una mala palabra, otros no pueden pisar las rayas del pavimento o se obsesionan con la seguridad”, detalla la experta.
Según Fernández de Maura, a estas personas se les podría llamar perfeccionistas, pero no lo son, ya padecen una condición de salud, un trastorno serio y necesitan ayuda profesional porque su vida es miserable debido a que gira en torno a estos rituales que, de no hacerlos, el nivel de ansiedad es tan grande que la persona no funciona y se sale de control.
Si esta condición te afecta, hay que tratarla
El perfeccionismo tiene niveles. Está el positivo, que no es más que la búsqueda de la calidad en las acciones cotidianas; el intermedio cuando llega a la neurosis donde se exagera todo y se produce un cuadro donde hay angustia y no es posible tener buenas relaciones; hasta llegar al trastorno obseso- compulsivo que alcanza a dominar a la persona, que se hace esclava y no se puede salir sin ayuda.
Los dos últimos requieren de tratamiento. La neurosis, según la psicóloga, se puede tratar con las Flores de Bach, que son una propuesta intermedia a los psicofármacos y no son más que 38 preparados naturales para tratar distintos cuadros emocionales que creó y patentizó un médico inglés.
Las Flores de Bach ayudan porque dan balance al sistema nervioso y recuperan del agotamiento mental y físico de distintas condiciones sin causar adicción o generar síndrome de abstinencia al final del tratamiento.
Para cada cuadro se hace una combinación. La psicóloga explica que para el perfeccionista se mezcla la fórmula para la prepotencia, la baja tolerancia a la frustración, la impaciencia, se agrega el aprender a disfrutar de lo que se hace y se añade la fórmula contra la ansiedad y el estrés. Fernández de Maura es psicoterapeuta y una de las personas acreditadas para aplicar las Flores de Bach en el país. Detalles en el sitio http://psicologatranspersonal.blogspot.com.
Fuente: Periódico Listin Diario/Sección "La Vida".
Para Mariana Fernández de Maura, psicoterapeuta del Centro de Desarrollo Humano, aunque el perfeccionismo puede llegar a ser patológico, en sus niveles más benignos puede convertirse en una cualidad muy positiva. “Se llama perfeccionistas a quienes tienen un nivel de responsabilidad más alto que el nivel común”, dice.
Cualidades
El perfeccionista sano tiene un nivel de entrega más alto que el promedio, le place y siente orgullo de hacer las cosas bien porque la calidad de su organización mental, que es natural, le pide que los productos, proyectos o cualquier cosa que realicen tenga un alto nivel de calidad. “No tratan de impresionar a nadie, o de ganar puntos, su mente funciona así”, dice la psicoterapeuta.
EL PERFIL SANO DE UN PERFECCIONISTA
La psicoterapeuta Mariana Fernández de Maura explica que cuando son evaluadas psicológicamente, los perfeccionistas tienen un nivel de inteligencia promedio alto, y son pragmáticos: están orientados a logros. Por esto, resultan ser confiables y aportan a cualquier equipo de trabajo pues con ellos se puede contar y suelen honrar su palabra.
Fernández de Maura comenta que ese perfeccionismo no es una categoría negativa, sino una cualidad. Dice que es lamentable que se recurra más a la improvisación o se practique el oportunismo en lugar de obtener las cosas con mérito y cumplimiento. Advierte que el perfeccionismo puede empezar a ser exagerado.
Eterno inconforme
Cuando empieza a salirse de control, el perfeccionismo se manifiesta en el tipo de persona que emocionalmente tiene unos estándares tan altos que su nivel de exigencia cae en una especie de neurosis y empieza a haber un desbalance, comenta la psicoterapueta Mariana Fernández de Maura. Añade que esas personas son tan críticas y exageradas que se frustran porque buscan la perfección en cada detalle de cada cosa llegando a complicarlo todo.
Cuando el perfeccionismo se transforma en neurosis, la persona nunca está contenta, satisfecha o conforme con lo que hace o hacen los demás. Siempre falta algo, hay algo que mejorar o hay que dar más, por ende esta persona nunca aprecia el esfuerzo de los demás y, según la especialista del Centro de Desarrollo Humano: “Son personas altaneras, que asumen posturas arrogantes y prepotentes y si están en posiciones de mando son tiránicas”.
Malestar
Por más que externen a cada momento su descontento, los perfeccionistas neuróticos tienen de base un malestar interior que les impide vivir en paz. A estos seres los invade una eterna insatisfacción para consigo mismos y sobre todo para con los demás. La psicoterapeuta advierte que en muchas ocasiones tratan de hacer que los demás se sientan incompetentes para apabullarlos y con ello recibir un falso sentido de grandeza que tape y oculte sus debilidades.
Cuando esta neurosis se presenta, la persona la externa con todo: los hijos, la pareja, el que trabaja en su casa, las amistades, los compañeros de trabajo. “Son personas que no entienden que para todo hay un nivel de incertidumbre en la vida, que es en sí imperfecta y está llena de opuestos: el éxito y el fracaso, la salud y la enfermedad, la alegría y la pena, el nacimiento y la muerte… y el perfeccionista no tolera manejar esos opuestos”, dice Fernández de Maura.
Trastorno
La experta comenta que suele ser simple que el perfeccionista sano llegue a la neurosis, pero no en todos los casos este tipo de personas desarrolla un trastorno más severo, pues, según advierte, para que eso ocurra el cerebro debe tener de antemano algún desequilibrio neurofisiológico o bioquímico.
Es lo que ocurre en la última categoría del individuo perfeccionista, donde puede aparecer una patología del carácter llamada Trastorno Obsesivo- Compulsivo (TOC).
Fernández de Maura advierte que cuando aparece este cuadro, amerita terapia farmacológica, junto con la psicoterapia, y es más serio que la neurosis. Comenta que, según estudios, el TOC surge cuando hay fallas en el sistema límbico, que es nuestro cerebro primitivo.
“Los individuos con este trastorno enfrentan un nivel de ansiedad tan alto que entran en estado de angustia y lo que les da escape son distintos rituales”, explica la psicóloga.
Alguien con este trastorno puede llegar a lavarse las manos 15 veces en un ritual, pasar horas desinfectando baño y cocina u obsesionarse con la limpieza bucal convirtiéndola en un ritual de una hora, donde usará diferentes enjuagues, se pasará el hilo dental 20 veces, o se cepillará y enjuagará varias veces seguidas sin poder evitarlo.
CUANDO SE LLEGA A EXTREMOS
“Hay personas que su obsesión es arrancarse el pelo, y se quedan calvos sin querer hacerlo. Está ahora cada vez más creciente de adolescentes que se cortan, se automutilan. Otros se obsesionan y tienen que contar del uno al cien, cuando están nerviosos, o cuando oyen determinada palabra o si se les va una mala palabra, otros no pueden pisar las rayas del pavimento o se obsesionan con la seguridad”, detalla la experta.
Según Fernández de Maura, a estas personas se les podría llamar perfeccionistas, pero no lo son, ya padecen una condición de salud, un trastorno serio y necesitan ayuda profesional porque su vida es miserable debido a que gira en torno a estos rituales que, de no hacerlos, el nivel de ansiedad es tan grande que la persona no funciona y se sale de control.
Si esta condición te afecta, hay que tratarla
El perfeccionismo tiene niveles. Está el positivo, que no es más que la búsqueda de la calidad en las acciones cotidianas; el intermedio cuando llega a la neurosis donde se exagera todo y se produce un cuadro donde hay angustia y no es posible tener buenas relaciones; hasta llegar al trastorno obseso- compulsivo que alcanza a dominar a la persona, que se hace esclava y no se puede salir sin ayuda.
Los dos últimos requieren de tratamiento. La neurosis, según la psicóloga, se puede tratar con las Flores de Bach, que son una propuesta intermedia a los psicofármacos y no son más que 38 preparados naturales para tratar distintos cuadros emocionales que creó y patentizó un médico inglés.
Las Flores de Bach ayudan porque dan balance al sistema nervioso y recuperan del agotamiento mental y físico de distintas condiciones sin causar adicción o generar síndrome de abstinencia al final del tratamiento.
Para cada cuadro se hace una combinación. La psicóloga explica que para el perfeccionista se mezcla la fórmula para la prepotencia, la baja tolerancia a la frustración, la impaciencia, se agrega el aprender a disfrutar de lo que se hace y se añade la fórmula contra la ansiedad y el estrés. Fernández de Maura es psicoterapeuta y una de las personas acreditadas para aplicar las Flores de Bach en el país. Detalles en el sitio http://psicologatranspersonal.blogspot.com.
Fuente: Periódico Listin Diario/Sección "La Vida".
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Friday, June 15, 2012
SINDROME DEL EMPERADOR
"Son pequeños tiranos, niños que desde pequeños insultan a los padres y aprenden a controlarlos con sus exigencias, hasta convertirse en una pesadilla para ellos. Cuando crecen, los casos más graves pueden llegar a la agresión física. Este tipo de violencia contra los padres, oculta por la vergüenza y el sentimiento de culpabilidad de los propios progenitores, comienza a ser un fenómeno cada vez más visible. Los padres están desbordados, no saben qué hacer con estos niños. Pero, ¿por qué un niño es capaz de agredir a unos padres que no son negligentes? Estas conductas, ¿son fruto de carencias educativas o intervienen factores psicopáticos? ¿Son simplemente niños caprichosos, malcriados, a los que nunca se les ha negado nada, o existe un trasfondo emocional en el que intervienen factores genéticos?
El elemento esencial del síndrome del emperador es, según él, la ausencia de conciencia: "No hay sentimiento de vinculación moral o emocional, ni con sus padres ni con otras personas o instituciones", aunque a veces pueden establecer lazos de amistad por conveniencia. Excluye de este síndrome a los niños que han vivido episodios de violencia doméstica, los que sufren esquizofrenia y también los malcriados, "que tienen conciencia (los valores y creencias que utilizamos para guiar nuestro comportamiento y que está basado en esas emociones)".
¿Qué produce este síndrome? Según Garrido, son niños que genéticamente tienen mayor dificultad para percibir las emociones morales. La genética interacciona con el ambiente, pero en algunos casos su peso se hace sentir más, afirma. "Por ejemplo, en el trastorno del déficit de atención con hiperactividad (TDAH), sabemos que el componente genético es muy importante y el ambiental lo puede compensar hasta cierto punto. En el síndrome es parecido".
"El sistema nervioso de estos chicos", continúa, "por alguna razón tiene problemas para aprender las lecciones morales, para sentir empatía, compasión o responsabilidad. Y, como consecuencia de esto, tienen problemas para sentir culpa, una reacción emocional que sólo puede existir sobre la base de que previamente me he vinculado con la gente. Podré fingir que lo lamento, pero en el interior a mí me da igual. Como consiguiente, hay una ausencia de conciencia".
Según Javier Urra, si tienes un niño pequeño que hace lo que quiere, que piensa que todos a su alrededor son unos satélites, que a los dos años no ayuda a recoger los juguetes, que jamás se pone en lugar del otro, aprende que la vida es así y la madre es una bayeta que sirve para ir detrás de él. "Si eso no se frena, cuando tiene 16 o 17 años se desborda: exige mucho dinero y cuando un día la madre dice no, no lo tolera. Lleva 17 años oyendo que sí a todo. ¿Cómo que no?, dice. Entonces la empuja contra la pared, le tira la comida a la cara, la amenaza. En la fiscalía hemos recibido de enero a septiembre del año pasado 6.500 denuncias contra menores, y eso que los padres casi nunca denuncian. Denuncian los médicos o los vecinos".
Para prevenir el síndrome del emperador, Garrido recomienda desarrollar la conciencia y la culpa, "que forman parte de nuestro patrimonio como seres humanos y que hemos sustituido por la tolerancia que, sin conciencia, no es nada". Aconseja estar atento a los síntomas precoces, establecer límites muy claros y no dejar nunca de ejercer la autoridad. Conviene enseñar desde la primera infancia que los actos positivos, el altruismo, la generosidad, compensan: darles la oportunidad de sentirse bien por hacer algo positivo. "Puesto que son niños con una imagen tan alta de sí mismos, conviene cultivar en ellos un ego positivo, de modo que puedan sentirse superiores, no por ejercer la violencia, sino por su actitud constructiva".
JOAN CARLES AMBROJO Barcelona 20 JUN 2006
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10:45 AM
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